martes, 25 de agosto de 2009

Proximo encuentro... 12 de Septiembre

Tema: El Miedo: ¿Una emoción que
protege o paraliza?
Un encuentro para explorar mis
miedos y descubrir mi fuerza
Horario: 15 hs
Lugar: a confirmar
Destinado a toda persona que viene del interior o del exterior del país
Inscripción previa

sábado, 22 de agosto de 2009

ONE LOVE

http://http://www.youtube.com/watch?v=4xjPODksI08
"Playing For Change", es un movimiento por la paz a través de la musica.
Queremos compartir este hermoso video que coincide con nuestro objetivo...
el buscar integrar las diferencias culturales, la busqueda de la unidad.
one love

lunes, 10 de agosto de 2009

Fragmento de... "Buenos Aires y Yo" (de M.Inés Leiva)

"... Ríos interminables, de gente que iba y venía, a paso rápido, por veredas estrechas , acorralados por un laberinto hecho de altísimas moles de cemento...¡Sentía que me ahogaba! Gente que aparecía, como una invasión de hormigas, en todos lados, a toda hora, todos los días. ¿De dónde salían tantísimas personas? Tantas, y en todas partes, no dejaban de sorprenderme. Pero, cuando a la tardecita, me asomaba por mi pequeño balcón, buscando un poco de aire... lo comprendía todo. Allí, delante de mí, se elevaban cientos y cientos de edificios que bloqueaban la puesta de sol. Mi puesta de sol …que yo seguía imaginando sobre la cordillera de Los Andes, como acostumbraba ver desde mi ventana, desde mi patio, desde mi terraza...no hacía tanto tiempo atrás. Puesta de sol que no iba a ver allí. ¡Si ni el horizonte se veía! Sin embargo me quedaba un largo rato mirando…el nuevo paisaje…y observaba… edificios hasta donde se perdía mi vista…Y en cada uno de ellos, decenas de ventanas…en cada ventana, una, o dos personas…o una familia tipo…quien sabe…y seguía pensando , calculando…Me preguntaba, por cuadra, ¿cuántos edificios habría?¿diez? ¿quince? ¿veinte tal vez?...y entonces, ¿cuántos por manzana? ¿sesenta? ¿ochenta?...Y si cada uno de los edificios tenía un promedio de diez pisos…tres departamentos por piso…un promedio de dos o tres personas por departamento…daba un total de ¡noventa personas por edificio!...Y éstas, multiplicadas por los sesenta u ochenta edificios …serían unas…¡Basta! ¡Basta! ¡Qué horror! ¡No quería enterarme! Mientras sentía como se me oprimía el pecho, con los ojos llenos de lágrimas, elevaba la vista, estirando el cuello hacia arriba, en busca de un pedacito de cielo…que encontraba, chiquitito, recortado por ángulos rectos provenientes de las figuras ya ensombrecidas, de esos incontables muros que me rodeaban .Y en ese pedacito de cielo, descubría el tinte anaranjado…de la puesta de sol…que en algún lugar muy lejano…inaccesible para mí…. se estaba produciendo. En ese momento lo único que deseaba era salir corriendo...y escapar. Saltar del balcón y salir volando hacia el poniente. ¡Cuánto hubiese dado por saber volar! Buenos Aires me introducía en la experimentación de un sentimiento novedoso para mí, la nostalgia. La nostalgia es posesiva, envolvente, de sabor amargo…que despierta desesperados sueños por volver. Repentinamente escuché los ecos de la voz de mi abuela que me cantaba una de sus poesías favoritas… Lo hacía con tanta pasión…y ahora comprendía porqué… Esa última estrofa, ella la recitaba con el alma: “… Si a un pago muy lejos del tuyo, indiecito, algún día te llevan… y no eres feliz… y suspiras por volver a tu vieja querencia...y una tarde, en un soplo de viento, el sabor a tus montes te asalta… ya sabrás indiecito asombrado…lo que es, la palabra, nostalgia.” Me dí cuenta que amaba esa poesía. Me gustaba porque estaba asociada a mi abuela, pero también porque ahora la estaba palpitando. En carne propia. Juana de Ibarbourou, esa poetiza uruguaya, hablaba por mí. ¡El sabor a mis montes me acababa de asaltar a través de ese pedacito de cielo naranja! Me quedé sollozando en silencio hasta que cayó la noche. Las luces de la ciudad se fueron encendiendo poco a poco…y permanecí allí hasta que empecé a sentir que me iba transformando en una espectadora involuntaria de la vida de los vecinos. ¡Qué espanto! Enfurecida pensaba: ¡¿Pero es que estos porteños no tienen ningún prurito en ventilar su intimidad?¡No solo la gritan a los cuatro vientos cuando van por la calle, en el subte, en el tren…sino que también me la muestran de prepo! ¡¿Pero porqué diablos no corren las cortinas?! ¡ Lo podía ver todo! El pelado del tercer piso del edificio ubicado justo en frente del mío, se acababa de sentar en su sillón verde a ver tele…La niñita de trenzas del quinto hacía los deberes mientras su madre ordenaba la biblioteca….y así podía continuar relatando historias en vivo y en directo…¡¿Qué hacía yo ahí?! ¡¿Qué hacía en esta ciudad de locos??!..El espectáculo nocturno me hizo sentir vergüenza ajena, y abandoné el balcón, muy incómoda…llena de bronca y angustia.
Con el correr de los meses, fui aceptando los caprichos, incorporando las mañas y descubriendo los muchos encantos de Buenos Aires. La gran ciudad terminó por cautivarme y yo por adoptarla. Sin embargo, aún hoy, me inquieta la ausencia diaria de mi ansiada visión del cielo...ese con sus nubes y sus estrellas. Cielo extenso ,naranja u ocre , azul o celeste , rojo o púrpura...que quedó atrapado en Mendoza y en mis recuerdos... "